viernes, 12 de octubre de 2012

Augurio de una luz fecunda



Comentario del Crítico de Arte: Gustavo Tatis Guerra
Publicado en el Periódico “El Universal” Mayo 16 de 1996
Cartagena, Colombia






                Los colores auguran las formas, los volúmenes y los gestos en la pintura del boliviano Orlando Arias.

               En su génesis de unas imágenes y en su génesis de una idea, resuelve con matices picasianos el conjunto de su obra. Una geometría de luz y volumen, una lúdica de color donde los objetos se humanizan y los humanos se codifican. El resultado es perfeccionista y equilibrado.




               Todo el universo es en esencia, color. Puro color. El nacimiento y la muerte. Por supuesto el amor. El acto creador es alquímico. La literatura matiza silencios y atmósferas que a la postre, son formas de luz. La música es color en sonidos, alfabeto cifrado de un Dios olvidadizo.




               Autodidacta y estudioso del paisaje de su país. Arias vivió en Cochabamba y desde muy niño inició la travesía de la luz, gestando trazos de hojas en donde reflejaba su entorno -ternura simple- anota Federico Villegas. El olvido de las calles, el temblor de los árboles, la mudez de las estrellas.




               Hay en su obra una valoración de lo telúrico, el perfume perdido de la aldea, En su acuarela Aromas olvidados, está la textura de las hojas del trópico, amarillas y verdosas, sobre las hojas desprendidas del cuaderno, como la prueba de un paraíso evocado.





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